Diario de una lesbiana poco convencional

Parecía que no llegaba nunca el esperado viaje y ahora solo me queda el hecho de recordarlo.
Fin de semana en Milán, corto pero intenso y, sobretodo, agotador por las caminatas que nos pegamos buscando lugares recónditos.

En él, también anécdotas graciosas que acostumbran a ocurrir cuando realizas viajes a países en que desconoces su lengua.


Una de ellas nos pasó el sábado por la noche mientras íbamos caminando (como no) dirección al hotel.
Nos detenemos en un semáforo detrás de una pareja, a lo que le comento a mi novia, lo curioso que es el cambio de luces de estos, ya que allí cuando se va a poner en rojo, se queda el verde y el naranja encendido a la vez y luego hace el cambio.
Al tema, le iba comentando ese detalle, todo en catalán, y en eso que veo a la chica de la pareja antes mencionada, que se gira y nos sonríe.
Mi novia y yo nos miramos y nos decimos susurrando: “Son catalanes”-. El semáforo se pone verde y retomamos nuestro camino.
Esta vez con la pareja delante, y nosotras sacando deducciones de si eran o no de nuestra tierra. –“Si nos ha sonreído es porque nos ha entendido ¿no?, - Pero no pueden ser catalanes, nos hubieran dicho algo…- Y su forma de vestir…- No, decididamente son italianos, si…


Convencidas seguimos andando y ellos se detienen, cosa que hace que los adelantemos y cuando llevamos unos 10 metros por delante oímos de lejos que nos gritan: “ Eeeh! ¡Esperad un momento!- (En catalán). Mi novia y yo nos miramos y reímos. - ¡Pues eran catalanes!-.

La pobre chica roja como un tomate nos pregunta:” ¿Sabéis de algún restaurante por aquí?” -. Le indicamos el camino del cual procedíamos, y se va toda feliz con su novio en busca de la cena.

Mi pregunta es, ¿porque no nos pregunto cuando estábamos en el semáforo? ¿Quizás es que su intención era “perseguirnos” para ver si íbamos a cenar y “acoplarse”? Quien sabe, lo que nos hizo gracia fue el hecho de encontrar a alguien de nuestra lengua en un país donde no nos enterábamos de mucho. Resulta curioso y reconfortable para los oídos entender lo que te están diciendo.

Curioso también, entre otras anécdotas que nos ocurrieron, encontrar al típico camarero italiano cuarentón, intentando ligar con mi novia, o la manera de regatear que tubimos con los vendedores de cinturones del top manta, o la manera curiosa que tenemos de dormir…(sin comentarios), o curiosas las palomas que había dentro del metro…Me pregunto ¿Cómo entrarán allí? ¿Quizás cogen el tren y hacen trasbordo? A saber... O como un simpático hombre de color me puede sacar un euro de mi bolsillo por caerme en gracia al “regalarme” dos pulseras de la suerte, y ver mas adelante que en un estanco seis valen 0.50 euros, o la forma tan curiosa que tiene mi niña de “hablar” italiano, o mejor dicho, inventárselo…o las vueltas que dimos por Milán para encontrar un miserable buzón para poder mandar las postales, y una vez encontrado, las peripecias que hizo mi novia para poder pegar un sello tarado, “segillio” (que así le llamaba ella).
Y sobre todo curioso el hecho de salvar a un pobre bicho italiano, por estar girado al revés en la acera… ¡Quien me iba a decir a mi que salvaría a un insecto!
Estas y otras tantas historias en tan solo un fin de semana. De ahí lo de corto pero intenso. Aunque me quedó una duda y nunca podré saber…
¿Habrán encontrado los catalanes el restaurante? [...]