Diario de una lesbiana poco convencional

Dice el diccionario que es locuaz el que habla mucho, el que habla demasiado, que no siempre es lo mismo.
Hay muchos de estos por todas partes. Pero dentro del sorprendente mundo de los locuaces existe como una especie de subespecie que, no se, que me fascina especialmente. Hace más de un siglo, un tal Ambrose Bierce ya lo detectó esto y lo escribió en su diccionario del diablo.
Este hombre, tan sabio, dijo que locuaz es ese enfermo que sufre un trastorno que le impide detener su lengua cuando alguien quiere hablar. ¡¿Eh?! CUANDO ALGUIEN QUIERE HABLAR.


Tengo la sensación que me he pasado la vida envuelta de este tipo de locuaces. Me buscan, mira, los atraigo, les gusto, les caigo bien, porque los escucho, no lo puedo evitar. Los escucho a pesar de que no me dejen hablar.
¿Es por eso que tengo tantos amigos? Porque si ser locuaz es aquel que habla demasiado, ¿Cómo se le tiene que llamar a ese que escucha demasiado? ¿Paciente? ¿Hipócrita? ¿Tolerante? ¿Pasivo? ¿Imbécil? ¿O simplemente “amigo”?



Esto lo leí en el libro que tengo actualmente en mi mesita de noche. Y la verdad creo que clava lo que pienso desde hace mucho tiempo y, diría mas, clava lo que me pasa desde hace también mucho tiempo.

¿Amistad? No sabría definirla. Últimamente me he llevado muchos desengaños referente a ese tema. Y pensándolo fríamente, los amigos, en realidad… nos los creamos nosotros. No hay un mejor amigo que sirva para todo. Hay uno diferente para cada necesidad! ¿Con quien nos gusta mas ir al cine? ¿Cuál es el mejor para salir de fiesta? ¿Con quien se prefiere ver un partido de fútbol? ¿Cenar? Si, hay un amigo para cada cosa. O almenos, eso creo yo. Porque el amigo perfecto, no existe.