Diario de una lesbiana poco convencional

Divertido, sincero, entrañable, bondadoso, a veces algo gruñón… todavía recuerdo aquel día en el que mi novia y yo fuimos al piso de arriba, donde normalmente estaba, con su novia, (mi cuñada, o lo que es lo mismo, la hermana de mi novia) para pedirle una cebolla. Si, íbamos las dos, porqué a mi no me gusta quedarme sola… y llamamos al timbre y no nos abrían la puerta, ni mi cuñada, ni él. Pero nosotras insistentes, haciendo sonar el timbre, hasta que escuchamos a alguien que se acercaba a la puerta. Era mi cuñada, toda despeinada, semi desnuda y con cara de circunstancia. De repente lo escuchamos a él, diciendo: “¡¿es que ni un poooolvo se puede echar tranquilamente?!”. Blancas, que digo… ¡rojas! de vergüenza nos quedamos y temiendo que nos dijera algo mas. Pero no, nos miró, se echó a reír y nos dijo que ya nos valía.

Como ésta, otras tantas anécdotas, que a lo largo de estos dos años que, yo, lo conozco, nos han ido sucediendo.
Por cosas que pasan, mi cuñada y él, lo dejaron, pero nunca han dejado de ser buenos amigos. ¿De hecho, porqué llevarse mal con los ex? En mi opinión, si es una persona que has querido, o has sentido algo por ella, ¿para qué acabar mal? A no ser que haya motivos contundentes para llegar a odiarla.
Lo dicho, la amistad no se ha roto nunca y, de hecho, con nosotras tampoco.

Ahora, está en una cama, esperando que su corazón deje de latir. Sin poder hacer ya nada por él, sin poder volver a escucharlo, sabiendo que le quedan horas, sabiendo que va a desaparecer para siempre. Una puta enfermedad se lo ha ido llevando lentamente.
Y como siempre, me quedo con las ganas de poder despedirme de él. Aunque esta vez, no ha sido porqué no haya querido, si no porqué el tiempo ha ido más deprisa que yo.
Y aunque dentro me queden las ganas de poder decirle adiós, prefiero recordarlo como ese tipo divertido, sincero, entrañable, bondadoso y a veces algo gruñón…

Sergi.